Un buen número de los eventos festivos relacionados con el fuego tuvieron su origen en tradiciones religiosas o fiestas paganas, muchas de las cuales se remontan a la Edad Media.
Tal es el caso de las Santantonás, que se celebran en la comarca de Els Ports en la festividad de San Antonio Abad, reminiscencias de las fiestas ancestrales del solsticio de invierno. Del mismo modo que la luz del Sol vencerá la oscuridad y el frío del invierno, con lo que la vida retornará a la Tierra, el Bien y la luz vencerán al Mal.
En la Santantoná de la población de Forcall, una comitiva formada por diversos personajes, entre los que destacan los malvados Botarques, conducen atados a San Antonio y San Pablo, que representan el Bien, con el Despullat, símbolo del Mal. Entonces encierran a los buenos en una barraca construida con siete árboles y paja, a la que prenden fuego.
Cuando la construcción está en llamas, los santos consiguen escapar del infierno, y los Botarques se arrojan al suelo, vencidos.
En la Matxá de Vilanova de Alcolea, después de bendecir a sus animales, los jinetes atraviesan con sus monturas varias barreras de fuego.
Famosas son las fiestas y verbenas que se desarrollan en todos los pueblos de Catalunya en la noche de San Juan, equivalentes a las fiestas paganas de celebración del solsticio de verano. Hasta hace pocos años, los niños recorrían las casas pidiendo y acopiando muebles y otros objetos combustibles que apilaban cuidadosamente. La noche de San Juan, una llama se encendía en lo más alto del Canigó, la cima más elevada, y se desplazaba por todos los pueblos para encender las hogueras tan esmeradamente preparadas.
Así, en ciudades como Barcelona, centenares de hogueras se encendían en los cruces de las principales calles, mientras los niños del vecindario cantaban y bailaban en la única noche del año que les estaba permitido no ir a dormir hasta el amanecer. Mientras tanto, los mayores disfrutaban de bailes y verbenas.
Lamentablemente las normas contraincendios y el ajetreo de la vida moderna están haciendo desaparecer esta tradición, reemplazada por el peligroso lanzamiento de petardos y cohetes en masa.
En la Comunidad Valenciana han alcanzado gran fama Les Fogueres de Sant Joan, en Alicante.
En otros pueblos del Pirineo se celebran las fiestas del fuego durante la noche del solsticio de verano, que en el año 2015 fueron inscritas en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Cuando cae la noche, sus habitantes descienden de las altas cumbres portando antorchas encendidas, en una ceremonia que simboliza el paso de la adolescencia a la edad adulta. En cada pueblo se enciende una fogata alrededor de la cual se reúne toda la comunidad. Las costumbres cambian según el pueblo y la comarca. En alguna, el primero en descender con su antorcha suele ser el último vecino recién casado. En otros lugares, las jóvenes solteras reciben a los portadores de las antorchas y les ofrecen vino y dulces.
Este grupo de tradiciones han perdurado durante siglos y siguen vivas en el corazón de estas gentes, porque las familias las transmiten con cariño a sus hijos. Las agrupaciones culturales se preocupan de que año tras año la organización sea perfecta.
Muchas fiestas populares son amenizadas por las Collas de Diables, comparsas disfrazadas de diablos que portan antorchas o artefactos que lanzan chorros de fuegos artificiales de colores sobre los espectadores.